Archivo de la categoría: Psicología

Diferencias del duelo en los padres por el nacimiento de un hijo con discapacidad

Por. Lic. Psic. Yusahara E. Martínez Cabrera

El padre y la madre, afrontan de manera muy diferente la discapacidad de un hijo, cuando los padres reciben el diagnostico de que su hijo tiene una discapacidad se inicia un proceso de duelo, cuyo proceso se complica, pues supone independizar  su ensoñación de aquel hijo ideal para acercarse a la realidad del hijo con discapacidad. Este es un proceso largo pero necesario, el de “aceptar” al hijo.  Todos los padres reaccionan con una conmoción y tristeza profunda a la noticia de que su hijo tiene características físicas, emocionales o psicológicas diferentes a las del común de los niños, se resisten a afrontar la verdad; evitan mirar la situación real y distorsionan los hechos para que parezcan más aceptables. Paniagua, G. (2001)

Concepto de discapacidad

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2011), la discapacidad “es cualquier restricción o impedimento para la realización de una actividad, ocasionados por una deficiencia dentro del ámbito considerado normal para el ser humano”.

Tipos de discapacidad.

  • Discapacidades intelectuales: involucra un déficit en el rendimiento intelectual
  • Discapacidades auditivas, visuales y del lenguaje: incluye deficiencias visuales, auditivas o de fonación
  • Discapacidades neuro motoras: la capacidad física del sujeto
  • Alteraciones graves de la capacidad de relación y comunicación.

Padres ante el diagnostico de discapacidad de su hijo.

Los padres, después de sufrir el impacto del diagnóstico, asumen la postura de negar las diferencias y la discapacidad de su hijo. (Kasan y Marvin 1984).

Esa actitud se extiende hasta negar el diagnóstico o poner en duda el que le ha sido comunicado por la institución que ha estudiado al niño .La negación del problema genera razonamientos y “maniobras emocionales”, que conducen a los padres a la evasión de la gravedad del defecto, y sus implicaciones en el niño. Suele ocurrir que algunos demuestren un ambiente de normalidad, de ausencia de factores estresantes; mientras que otros esperan que sobrevenga una pronta e idealizada recuperación. (Sorrentino, 1990:16).

Puede suceder que la pareja quiera atribuirse, uno al otro, la responsabilidad o la paternidad del defecto; surge así un sentimiento de culpa, que lastra la unidad necesaria para enfrentar y superar el momento de crisis que atraviesan.  (Ibis, 1990)

La interrupción de la trayectoria laboral de la madre, la reducción de la esfera de las relaciones sociales, la desaparición del tiempo libre, la eliminación de las visitas a los amigos, constituyen frustraciones vitales, que pueden conducir al rechazo por el hijo (reacción involuntariamente inconsciente), que no necesariamente conduce al abandono de este. Soifer (1993)

Pasa a segundo plano la necesidad de mantener y cuidar su aspecto físico y de satisfacer otras necesidades familiares y personales. En ocasiones, se crea una situación cíclica porque la madre puede percatarse, con ayuda externa o sin ella, de su estado y una reacción la llevaría a atender los roles abandonados, lo que la lleva a autoevaluarse como “mala”, por no dedicarle todo el tiempo al hijo discapacitado, por lo que los vuelve a abandonar, ahora con mayor fuerza y mayores sentimientos de culpa. Toda esta situación va en detrimento de la madre, ya que con frecuencia es objeto de la “tiranía” de un hijo que ella misma ha modelado con actitudes sobreprotectoras extremas. (Kasan y Marvin 1984)

La crisis por el diagnostico de un hijo con discapacidad

El equilibrio de la familia queda generalmente descompensado, tanto el funcionamiento interno de la familia como sus relaciones con el mundo exterior, se altera.  En los padres ante el diagnostico de discapacidad de su hijo se dan una serie de sentimientos, que impiden comprender la situación y que muchas veces los paraliza.  Son una serie de reacciones naturales ante los aspectos negativos de la limitación, surgen como una defensa primitiva ante el sufrimiento psicológico, actúan como un anestésico, de efecto inmediato, aunque temporal, que da a la estructura psíquica tiempo para elaborar un sistema de defensa más adecuado. Es característico en este momento que los padres tengan una visión muy limitada de su situación. Están aturdidos y presentan dificultades para responder ante la persona y situaciones de la vida diaria. (Paniagua. 2001)

Esto incide en la manera como entienden las cosas que el equipo de profesionales que atienden a su hijo le dicen acerca de su diagnóstico y pronóstico. La información que en ocasiones se le intenta transmitir, es en palabras de los profesionales, “como sino las entendieran”, se produce un desfase entre el saber y la verdad: comprenden las palabras pero no escuchan la verdad, pues está implica un dolor intenso y en muchos casos es destructivo para la estabilidad emocional. . (Ibis. 2001).  Es igualmente importante hecho de que este proceso se da justo en el momento en que su hijo más los necesita a nivel de la aceptación, protección y apoyo. Como vemos el nacimiento del niño con discapacidad, produce una crisis que tiene varias fases la primera: es la fase de shock, la segunda es la fase de reacción y la última es la fase de la realidad, en la que se produce una adaptación al problema, puesto que los padres tienen que enfrentarse a la crianza del niño o niña con discapacidad.  Por otra parte, diversos autores (Ingalls, 1989; Cunningham y Davis, 1994; Jasso, 2001; Nuñez, 2003) comentan que “el hecho de identificar a un niño con características diferentes invalida la estructura familiar y provoca inseguridad y ansiedad, esto hace más difícil el que los padres sientan apego por el niño o la niña en el sentido de que éste los complete o valide”. Al oír el diagnóstico, algunos padres sienten un fuerte impulso protector. Otros continúan estando inciertos e inseguros sobre sus sentimientos durante meses.

Durante este tiempo, tratan de predecir cómo será el futuro con el niño, qué problemas surgirán y cómo se enfrentarán con ellos en el porvenir.  “Los padres de niños con características diferentes sufren una fuerte conmoción al recibir la noticia de la discapacidad de su hijo, rompe todas las expectativas y los sumerge en una inesperada sensación de desconcierto y preocupación que se va transformando en un sentimiento de impotencia y soledad”. Muntaner (1998).

La reacción por género

En la mayoría de estudios sobre el tema, se valora el impacto que tiene el nacimiento de un hijo discapacitado en el núcleo familiar o en la madre.  “Los padres en muchos casos son los que sufren mayor depresión”. (Kasan y Marvin 1984), debido quizás a la dificultad que tienen para expresar sus afectos, en este sentido, suelen presentar un acercamiento progresivo y gradual, en cambio las madres muestran periodos de euforia y crisis, presentando una mayor tendencia a la aflicción, a sentir sentimientos de culpa y a necesitar exteriorizar sus sentimientos, lo que les ayuda a evitar la depresión.

 Al interior de las aulas o espacios de rehabilitación, el padre brilla por su ausencia. Es común identificar que el mayor peso de la responsabilidad a este nivel es delegado y asumido por las madres, las mujeres. Son ellas, las que asumen  en ocasiones de manera estoica  el compromiso de “sacar adelante a sus hijos”, haciendo frente a cualquier adversidad, asumiendo cualquier costo, hasta el descuido y la renuncia hacia sí misma. Es común identificar a muchas madres que “dan la vida por sus hijos”, y esto en el sentido estricto de la palabra es permutar su vida por la de su hijo. (Kazán y Marvin 1984)

MADRE/PADRE (Cuidadora primaria) (cuidador secundario).

Las madres con hijos con discapacidad, la expresión o sentimiento de duelo se manifiestan ante la realidad de tener un hijo con deficiencia, hecho que repercute dolorosamente en ellas, ya que estas pierden la ilusión y la idea del hijo perfecto, sano y “normal”. En el duelo del padre aparecen con mayor intensidad sentimientos de rechazo, vergüenza, tristeza, etc. Todo lo cual a su vez disminuye la motivación y participación activa del padre en la aceptación y rehabilitación del niño. No exteriorizan sus sentimientos y no lloran, e incluso evitan cualquier mención o referencia de su “pérdida” y muchas veces se incorporan rápidamente a su vida corriente, siendo esta una forma aparentemente “normal” de afrontar la pérdida. Soifer (1993)

La interrupción de la trayectoria laboral de la madre, la reducción de la esfera de las relaciones sociales, la desaparición del tiempo libre, la eliminación de las visitas a los amigos, constituyen frustraciones vitales, que pueden conducir al rechazo por el hijo (reacción involuntariamente inconsciente), que no necesariamente conduce al abandono de este.  Se dedica por entero a cumplir su rol de “madre del hijo discapacitado” y olvida que tienen otros hijos (en los casos en que exista), un esposo que también sufre, etc. Evita sus obligaciones como padre de manera inconsciente muchas veces deja sola a su cónyuge. Cree que es ella quien tiene la obligación de velar por el bienestar del hijo que procreado.(Paniagua. 2001)

Se crea una situación cíclica porque la madre puede percatarse, con ayuda externa o sin ella, de su estado y una reacción la llevaría a atender los roles abandonados, lo que la lleva a autoevaluarse como “mala”, por no dedicarle todo el tiempo al hijo discapacitado, por lo que los vuelve a abandonar, ahora con mayor fuerza y mayores sentimientos de culpa.. (Giberti, E. 1999) 

Conclusión

De acuerdo a lo ya analizado, la figura paterna y materna afrontan de manera muy diferente la discapacidad de un hijo así con esto se muestra la negación del padre la cual prevalece por más tiempo y se acorta sensiblemente para la madre. El padre pasa por la negación la cual le ayuda a  conserva la esperanza de que pueda existir algún error en el diagnóstico con esto evita  mirar la situación real y distorsionan los hechos para que parezcan más aceptables, se comportan fríos calculadores y prácticos hacia la situación, dejando la mayor parte del tiempo a la madre sola con una ayuda no involutiva. Así entonces la figura materna se erige o edifica dentro de la familia que tiene un hijo con discapacidad como la figura predominantemente de mayor valor por afrontar con mayor entereza, asertividad, protección y amor a un hijo de tales características.

 Bibliografía

  • Discapacidad OMS 2011 http://www.who.int/topics/disabilities/es/
  • GIBERTI, E. 1999. “Escuela para Padres. Fascículo Nº 20. Página 12”. Bs. As. Argentina
  • Ingalls, R P (1989) retraso mental. La nueva perspectiva. México: el manual moderno
  • Jasso, G.L. (2001) El niño Down: mitos y realidades. México: El Manual Moderno.
  • Kazán, A. y Marvin, R (1984). Differences, difficulties and adaptation: stress and social networks in families with handicapped child. Family Relations, 33, 67-77.
  • Muntaner, JJ (1998) La sociedad ante el deficiente mental. Normalización, Integración Educación, Inserción Social y Laboral. Madrid: Narcea.
  • Mcgillicudy-Delsi, Vay Siegal, IE (1986), Efecct oy the atypical child on the family. In LA Bond y JM Joffe (Eds). Facilating Infant and Early Childhood Development. Press of New England, Hanover y London
  • Núñez, B. “El niño sordo y su familia”. Aportes desde la psicología clínica. Ed. Troquel Educación. 1991
  • Paniagua, G. 2001. “Desarrollo psicológico y educación”. Madrid. España.
  • Soifer, R. 1971. “Psicología del embarazo, parto y puerperio” Ediciones. Kargieman. 1973. 2° edición. Bs. As. Argentina
  • SorrentinO, A. M. (1990). Handicap y rehabilitación., Barcelona, Paidós

Maltrato infantil dentro de la familia

Por: Tomás Armando Llamas Uguez

La problemática del maltrato infantil ha sido objeto de atención para los profesionales de manera reciente desde que Kempe describiera en 1962 lo que llamó “síndrome del niño apaleado”, consistente en la descripción de las consecuencias del maltrato físico desde un punto de vista pediátrico, con el fin de buscar una solución al problema. Con este trabajo se “descubrieron los malos tratos infantiles”. Aunque si miramos más allá en el siglo XIX, concretamente en el año 1866, se conoció el caso de la niña Mary Ellen Wilson en Nueva York, quien a los nueve años de edad sufría continuos maltratos y abusos, donde era golpeada, herida con objetos punzantes, atada, además de sufrir desnutrición (Verhellen, 1994).

Lamentablemente, vivimos en un mundo donde la violencia ha existido y predominado desde tiempos remotos. A su vez, el maltrato infantil es algo que se viene dando desde hace mucho tiempo atrás (recordemos el caso de Mary), pero con el único detalle, que ha ido incrementado en su porcentaje.

Desafortunadamente no existe una definición única de maltrato infantil, ni una delimitación clara y precisa de sus expresiones. A pesar de esta dificultad para elaborar el concepto, su concepción depende de factores culturales, étnicos, religiosos, sociales, educativos, etc. Incluso encontramos que se acepta el castigo físico dentro de unos límites digamos “aceptables” como la edad del niño o niña y por supuesto, en ocasiones puntuales (Baumrind, 1994).

 Sin embargo, lo más aceptado como definición de maltrato es “cualquier daño físico o psicológico no accidental a un menor, ocasionado por sus padres o cuidadores, que ocurre como resultado de acciones físicas, sexuales o emocionales o de negligencia, omisión o comisión, que amenazan al desarrollo normal tanto físico como psicológico del infante” (Musitu y García 1994).

En los primeros momentos del desarrollo evolutivo se observan repercusiones negativas en las capacidades relacionales de apego y en la autoestima de las y losEl abuso de los padres a los hijos infantes. Así como pesadillas y problemas del sueño, cambios de hábitos de comida, pérdidas del control de esfínteres, deficiencias psicomotoras, trastornos psicosomáticos, etc. En infantes escolares y adolescentes encontramos: fugas del hogar, conductas autolesivas, hiperactividad o aislamiento, bajo rendimiento académico, deficiencias intelectuales, fracaso escolar, trastorno disociativo de identidad, delincuencia juvenil, consumo de drogas y alcohol, miedo generalizado, depresión, rechazo al propio cuerpo, culpa y vergüenza, agresividad, problemas de relación interpersonal, entre otras causas no menos importantes (Hernández, 2010).

Diversos estudios señalan que el maltrato, casi siempre, continúa de una generación a la siguiente. Así mismo, las estadísticas mundiales revelan que más del 60% de los niños que sufren maltrato pertenecen a la edad escolar y a pesar de ello sólo entre el 5% y el 15% de los casos denunciados provienen de maestros, profesores o docentes del sistema educativo en general (OPS, 2002). Por lo tanto, la preocupación por el maltrato infantil, transciende la intranquilidad local e interna y se ha convertido en los últimos años en una inquietud de nivel internacional.

A su vez, la ONU ha ubicado a México entre las naciones más violentas del mundo. Además de todo lo que esto implica en lo económico, político y social, su impacto más negativo lo tiene, sin duda alguna entre los niños y las niñas púberes y adolescentes que viven a diario distintas situaciones de violencia como pueden ser por la pobreza, la migración, el rechazo y por la ignorancia que tiene algunas personas adultas (OMS, 2010). Cuando la gente es muy pobre, tienden a maltratar a sus hijos, y esto se debe porque en algunos casos estas personas no recibieron educación alguna o una orientación de como formar a sus hijos lo que les hace creer que lo que hacen esta bien.

Datos ofrecidos estiman que en América Latina no menos de 6 millones de niños, niñas y adolescentes son objeto de agresiones severas y un promedio de 80 mil infantes mueren cada año por la violencia que se presenta al interior de la familia (UNICEF, 2006). Entonces, resulta fundamental concientizar a todas aquellas personas responsables del cuidado y la atención de los menores sobre los derechos de la niñez, y capacitar y brindar asesoría, principalmente a los padres, con el fin de lograr una actitud de respeto hacia la niñez.

Sin embargo, es también conocido que la capacidad de algunos individuos a sobreponerse con mayor facilidad al maltrato infantil y sus efectos, radica en su nivel de resiliencia. Entendiéndose éste concepto como “la capacidad que posee un individuo frente a las adversidades, para mantenerse en pie de lucha, con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acciones, que permiten avanzar en contra de la corriente y superarlas” (E. Chávez y E. Yturralde, 2006). Esta resiliencia está dada por la contención afectiva y los límites claros puestos a lo largo de la crianza desde la infancia, por lo que quienes cuentan con escasa resiliencia son más vulnerables a padecer estrés postraumático o disociación.

Tomando en cuenta que el desarrollo y la formación de las y los menores depende básicamente de la educación que reciben en casa, así como de la escolaridad formal y del trato que en general reciben en las diversas instancias donde ellos participan, y donde en su mayoría dependen de personas adultas, resulta fundamental adoptar planes, estrategias de acción y programas que incluyan objetivos y medidas para modificar pautas culturales y discriminatorias que justifican y reproducen estereotipos sociales los cuales a su vez, son origen y consecuencia de formas específicas de violencia contra niños, niñas y adolescentes (INMUJERES, 2007).

La prevención del maltrato infantil requiere un enfoque multisectorial. Los programas eficaces son los que prestan apoyo a los padres y les aportan conocimientos y técnicas positivas para criar a sus hijos, que a su vez, son eficaces para reforzar los factores de protección frente al abuso sexual en la infancia. Y cuanto antes se producen estas intervenciones en la vida del infante, mayores son los beneficios que le pueden aportar a él y a la sociedad.

El maltrato infantil es un drama que día a día viven las y los infantes, motivo que no les permite crecer de manera sana y equilibrada como deben hacerlo; contrariamente crecen llenos de temores, cuando en su niñez lo que es primordial es su salud mental y emocional. Todas las personas que maltratan deben razonar y buscar una mejor manera de educar a sus hijos, y si no se sienten capaces de poder hacerlo deberían buscar orientación profesional, porque de este modo se podrá prevenir y erradicar el maltrato infantil (De la Cruz, 2010).

Como ya se menciono, el maltrato infantil es un problema mundial con graves consecuencias que pueden durar toda la vida. Sin embargo, no hay estimaciones fiables de la prevalencia mundial del maltrato infantil, pues no hay datos acerca de la situación existente en muchos países, especialmente los de ingresos bajos y medianos.

Cualquiera de las expresiones de maltrato en contra de los menores, trastorna su desarrollo integral y afecta de manera significativa su rendimiento y funcionamiento en todas las actividades que desempeñan, situaciones que comúnmente prevalecen en la edad adulta y los expone a un mayor riesgo de enfrentar desórdenes psiquiátricos, suicidios o consumo de drogas, entre otros factores que actúan en detrimento de su salud física y mental. Al respecto, se ha insistido en que las actitudes violentas manifestadas en la edad adulta se originan en el seno familiar, por lo general durante los primeros años de vida.

Por lo tanto, los efectos del maltrato sobre el infante dependen de muchos factores: la edad al inicio u ocurrencia de la(s) experiencia(s) violenta(s), el sexo de la víctima, su relación con el(la) agresor(a), la cronicidad de la violencia, etc.

Es importante entender que nadie, independientemente de la edad, merece vivir con miedo, amenazado, lastimado o insultado dentro de su propia familia o grupo social. Asimismo, no existe ninguna razón que justifique el maltrato hacia un niño o niña.

Bibliografía:

FAMILIAS Y NIÑOS CON PÉRDIDA AUDITIVA

Por. Kenya Denisse León Lieras

Los padres cuando ven y cargan en brazos por primera vez a su hijo, se llenan de emoción y esperanza, pero, ¿qué pasa con esos padres cuando les confirman un la pérdida de audición en su hijo? Todo tipo de preguntas pasa por la mente de esos padres: ¿En verdad tiene mi hijo una pérdida de audición? ¿Desaparecerá, mejorará? ¿Por qué mi hijo no oye? ¿Soy culpable? ¿Cómo podremos costear su tratamiento? ¿Cómo afectará su pérdida de audición en su vida? ¿Cómo podré comunicarme con mi hijo? En el momento que la familia recibe la noticia del miembro con pérdida de audición, pasan por un proceso de duelo por el cual deben lidiar cada uno de los integrantes de la familia; es un recorrido individual y todo el mundo responde de manera diferente y por intervalos diferentes. Dentro de las reacciones de la familia al diagnóstico, se dan las siguientes (LUTERMAN & ROSS, 1985):

  1. Choque emocional;
  2. Reconocimiento (aflicción activa);
  3. Negación (retirada defensiva);
  4. Admisión o negación;
  5. Acción constructiva o adaptación

El niño con pérdida auditiva, altera el equilibrio familiar por el resto del ciclo vital familiar. El niño sordo plantea muchos problemas a la estructura familiar veamos:

La vida conyugal de los padres:

La madre es quien asume el manejo del niño y se siente constantemente angustiada por la agobiante responsabilidad de la toma de decisiones en todo lo relacionado al niño sordo, sin el apoyo de un esposo bien informado o comprometido, quien, automáticamente asume un papel pasivo-evasivo en el manejo del niño, siendo sumamente difícil para el, delegar la toma de decisiones en su esposa, sintiéndose menos competente que ella.

Los padres como personas:

Se comete el error de que los profesionales de la salud (y hasta de los mismos padres) no reconocer las necesidades individuales de los padres para su desarrollo personal. Los padres tienden a volverse unidimensionales, es decir, solo piensan y viven en términos del déficit del niño, lo cual puede provocar una enorme cantidad de resentimiento y culpa por sentir enojo hacia su hijo y su sordera.

El niño con pérdida auditiva:

El niño sordo puede sentir que nunca satisface realmente a su madre o/y padre, y quizá nunca se sienta digno de recibir el tiempo y las cosas materiales que se le están dando; ocasionándole problemas emocionales en la adolescencia y su adultez, debido a los sentimientos de culpa que carga y una reducida autoestima.

Relación entre los padres y el niño sordo:

La sordera puede llevar a que se de un bloqueo de la comunicación con el hijo, haciendo que las relaciones entre éstos, se vivan tensas y metódicas; esto, debido a la ansiedad de los padres por tener que explicarles y enseñarles los objetos y la vida por medio de un sistema de lenguaje en proceso de aprendizaje[1] para ellos.

Relación entre los padres y los abuelos

Sucede que a los abuelos, les resulta más difícil manejar el dolor de tener un nieto discapacitado en audición y a la vez, saber que su propio hijo está sufriendo. Si la madre y el padre buscan el apoyo de sus propios padres, frecuentemente no lo obtienen, puesto que son ellos mismos los que tienen que actuar como padres de sus propios padres, proporcionándoles la información y el apoyo emocional. Los padres jóvenes con frecuencia resienten profundamente esta inversión de papeles por lo mucho que necesitarían ser consolados por sus padres, sin lograrlo.

El hermano:

Con mucha frecuencia, el hermano obtiene proporcionalmente menos tiempo y energía de sus padres, por lo que no es raro que busque formas  de llamar la atención de sus padres. El hermano es agobiado por tener que asumir responsabilidades para el cuidado de su hermano (por ejemplo, actuar de niñera mientras los padres van al médico). Así mismo, el hermano puede percibir y responder a la preocupación de los padres y no quiere ser visto con, o cuidar al niño sordo en público [2] porque pueden llegar a ser identificados como «el hermano del niño sordo», lo cual les puede resultar bastante doloroso.

Recomendaciones.

Es importante ser receptivo con respecto a la pérdida de audición. Promueva la educación sobre la pérdida auditiva en su familia y en su comunidad, esto conducirá a la aceptación. En la pareja el dialogo abierto es lo mejor, están caminando juntos en este reto, donde es necesario una reestructuración conyugal y familiar, no deje de lado a su pareja por ocuparse de su hijo. A los abuelos ayúdeles a entender que la mejor forma de ayudar es manteniéndose conectados con el niño; asegúrese de mantener claras las expectativas papas-abuelos, de esta manera ellos no sentirán que lo están defraudando y que están fallando en cumplir sus expectativas. Debe asegurarse de escuchar a cada uno de sus hijos y de buscar apoyo si siente que es necesario; permita que vaya(n) y participe(n) con el audiólogo, la sala de terapia, etc.[3] Todos los niños necesitan tres tipos de recursos internos para lograr convertirse en personas autosuficientes:

  1. sentirse bien de sí mismos y de otros,
  2. comprensión del bien y el mal y
  3. una fuente de alternativas para resolver problemas

Estrategias para mejorar la relación padre-hijo y para criar niños que serán adultos autosuficientes y responsables:

  1. Manifieste expresiones de amor.
  2. Sea predecible: Las rutinas y los horarios proporcionan estabilidad y seguridad en el niño.
  3. Comuníquese claramente: Asegúrese de que sus palabras, el tono de la voz y las expresiones faciales coincidan, respetando su necesidad de atención dividida[4].
  4. Observe y comprenda los comportamientos problemáticos en su hijo: ¿Está él/ella teniendo problemas para expresarse o está proyectando su energía negativa en una forma física?
  5. Reconozca a su hijo cuando se porte «Bien».
  6. Adecue su entorno para que el niño pueda explorar, defina al niño las reglas y los límites
  7. Establezca límites razonables.
  8. Prevenga los berrinches. Anticipe este tipo de situaciones y ayude a sus hijos a evitar una crisis señalando alternativas para solucionar el problema.
  9. Enseñe buenas técnicas para resolver problemas: Defina claramente los comportamientos que son inaceptables y el por qué son inaceptables; luego preséntele (niños pequeños) o pregúntele (niños mayores) sugerencias positivas de que debe hacer la próxima vez.
  10. Busque ayuda profesional cuando sea necesario. Si los problemas de conducta persisten, la ayuda profesional es un excelente recurso que puede proporcionar apoyo y un plan de acción constructivo.
  11. Sea paciente con su hijo y consigo mismo. Recuerde que su niño está en un proceso de aprendizaje llamado “infancia”, su consistencia, paciencia y amor va a proporcionarle a su hijo el apoyo necesario para convertirse en un adulto maduro e independiente.

REFERENCIA BIBLIOGRAFICA.


[1]Se utilizan: lenguaje de señas mexicano (LSM), lectura de labios y lenguaje oral ya sea mixto o como único lenguaje.

[2]La actitud de sentirse apenado parece ser más evidente en el caso de los hermanos adolescentes.

[3] Esta es una práctica aceptada por muchos profesionales si solicita permiso previo a la cita

[4] El sordo tiene toda su atención en lo visual: se debe señalar el objeto, esperar que mire ese objeto y regrese la vista al rostro del que le habla y dar la instrucción deseada de ese objeto. El sordo no puede recibir instrucciones mientras mira el objeto porque no “escuchara”.

Familia, discapacidad y resiliencia

Por:  Psicólogo Osamu Jesús Tomatani Mejía

De acuerdo a lo que aporta  Barbado, Aizpiri, Garzón y Rodríguez, (2004), la familia es una unidad básica de socialización; es el contexto social  inmediato  donde se inicia y produce la integración de los seres humanos en un sistema social. Es en  la familia donde los seres humanos  construyen sus pautas básicas de relación que influirán y determinarán  las interacciones de su etapa  adulta. Es el primer laboratorio del aprendizaje social. Los seres humanos siempre han tenido que formar grupos, y esto a resultado fundamental para el desarrollo de la civilización. La forma natural entre los seres humanos de unirse y coexistir es formar grupos que hemos conceptualizado como  familia. Así lo demuestran los estudios transculturales que demuestran cómo, la familia es un grupo básico en todas las culturas. La familia ha cambiado a  lo largo de la historia y ha adaptado su organización de acuerdo a las vicisitudes socioculturales, económicas  y políticas sufridas.

Entonces, a partir de lo anterior, podemos deducir que para entender a los individuos, necesitamos entender su contexto y cómo es la dinámica dentro de su familia; al respecto Andolfi (2010) aporta que para analizar la relación que existe entre comportamiento individual y grupo familiar, es un único acto de observación, es necesario considerar a la familia como un todo orgánico, es decir, como un sistema relacional que supera y articula entre si los diversos componentes individuales. Por ende si queremos observar la interacción humana, y más en particular la familia, siguiendo un enfoque sistémico, debemos aplicar las diversas formulaciones, y las deducciones de los principios validos para el sistema en general. Así partiendo de las afirmaciones de  Bertalanffy (1998), donde para él, todo organismo es un sistema, ósea un orden dinámico de partes, y procesos entre los que se ejercen interacciones reciprocas; del mismo modo considera a la familia como un sistema abierto, constituido por varias unidades ligadas entre si, por reglas de comportamiento y por funciones dinámicas en constante interacción entre sí e intercambio con el exterior. De la misma manera se puede postular que todo grupo social es a la vez un sistema constituido por múltiples microsistemas en interacción dinámica. Es pues que podemos considerar a la familia como principal fuente de aprendizaje y de adquisición de herramientas que servirán a los niños en su vida adulta para establecer vínculos afectivos; pero también pueden adquirir actitudes que  podrían perjudicar   sus formas de relación de sus etapas posteriores.

Teniendo comprendido el concepto de  familia podemos comenzar a analizar lo que sucede cuando uno de los integrantes tiene alguna discapacidad; Sterm (2005) afirma que la presencia de una persona con discapacidad, no solo distingue una familia de otra si no que dichas  familias se visualizan como un engranaje de “capacitados” y “no capacitados”; a medida que en el imaginario social, en lo simbólico, la discapacidad se asocia al par sano-enfermo, y al par normal- anormal.

García (2005) señala que hoy entendemos la discapacidad como una construcción social que parte del no reconocimiento de las diferencias del otro; es decir de cómo la sociedad aborda las diferencias comparado con todas las formas de discriminación que han existido, ya sea por genero, étnica, clase social o en este caso por discapacidad. La discapacidad no existiera entonces, si todos nos reconociéramos en las diferencias, simplemente seriamos seres diferentes.

Debemos pensar la discapacidad ubicada en el complejo mundo de lo social y no caer en falsas abstracciones que lo separan de forma artificiosa y engañosa; hay que rescatar el enfoque de la persona con discapacidad como un ser social y biológico cuya discapacidad no es un atributo individual sino un problema social con un eje central referido a lo ideológico y a lo actitudinal (Consejo Nacional de Rehabilitación 2005).

Es entonces que podemos darnos cuenta de cómo la familia se deja influenciar por dicha construcción social acerca de la discapacidad y de acuerdo a las investigaciones realizadas por Berger (2008) queda demostrada  la tendencia de las familias a aislarse del mundo y a alejarse  sus redes sociales por tanto limitan el contacto con las demás personas; en otras ocasiones se tiende a la manipulación de los demás por medio del integrante con discapacidad. De igual manera a observado que las familias tienden a polarizarse y permanecer en los extremos del abandono o sobreprotección de la persona con discapacidad.

Es evidente que las familias con un integrante con discapacidad cruzan un proceso de crisis muy especial con el cual deben lidiar y quizá unos de los recursos más efectivos con los que cuenta es  la “resiliencia”;  tanto a nivel individual como familiar la resiliencia se concibe como la fuerza que se opone a la devastación potencial de la adversidad; no es posible hablar de resiliencia en ausencia de condiciones de adversidad con alta posibilidad de generar cambios negativos en una persona o grupo. La adversidad es entonces el germen de la resiliencia, el dolor es la semilla de la superación, y los obstáculos son el incentivo al esfuerzo sostenido hacia una meta que caracteriza a las personas y familias resilientes (Cyrulink, 2003).

A manera de conclusión cabe resaltar la importancia de tomar en cuenta el proceso y configuración de las familias, así como también los patrones de interacción que suelen establecer en determinadas situaciones, en especial cuando hay un miembro que presenta alguna discapacidad; es necesario hacer consciencia de la importancia de cambiar los constructos sociales que giran en torno al tema de la discapacidad; si bien es cierto que la discapacidad se considera una idea o construcción social,  también puede ser una idea y construcción propia,  es pues que si analizamos desde el punto de vista de la teoría general de los sistemas, podemos afirmar que si bien los sistemas influyen en los sistemas mayores, también el individuo influye en el sistema y el sistema en el individuo; entonces si una persona con discapacidad se cree enferma o anormal está contribuyendo a que la idea se solidifique dentro del pensamiento global; en cambio si el individuo es capaz de sobrepasar  el constructo social entonces podrá romper con los patrones de pensamiento. Es de igual manera importante considerar que todas las personas cuentan con el recurso de la resiliencia, y que no se trata de algo que se obtiene si no algo que se forma dentro de cada individuo dependiendo de sus experiencias.

Referencias bibliográficas

  • Andolfi, M. (2010) Terapia Familiar Un Enfoque Interaccional Barcelona: Paidos
  • Barbado, Aizpiri, Garzón y Rodríguez, (2004) Individuo y Familia. Revista  Grupo de Habilidades en Salud Mental de la SEMG (61), 84-94)
  • Berger, T. (2008) Aportes de la perspectiva sistémica y la terapia familiar, al trabajo con educación especial, Revista Intercontinental de psicología y educación   1, (10), 75-90
  • Bertalanffy, I. (1998) Teoría General de los Sistemas Buenos Aires: Emece editores
  •  Consejo Nacional de Rehabilitación. (2005). Manual para conocer la clasificación internacional de fundamentos de discapacidad y salud. Costa Rica: Consejo Nacional de Rehabilitación y Agencia de cooperación internacional de Japón.
  • Cyrulink, B. (2003). El murmullo de los fantasmas. Barcelona: Gedisa
  • García, S. (2005). Rehabilitación basada en la comunidad España: Pax editores
  • Sterm, F. (2005). El estigma y la discriminación Argentina: Novedades 

El Maestro…

Extraido de «26 cuentos para pensar», Jorge Bucay

El Maestro sufi contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían el sentido de la misma…
 Maestro – lo encaró uno de ellos una tarde. Tú nos cuentas los cuentos pero no nos explicas su significado…
 
– Pido perdón por eso. – Se disculpó el maestro – Permíteme que en señal de reparación te convide con un rico durazno.
 
– Gracias maestro.- respondió halagado el discípulo
– Quisiera, para agasajarte, pelarte tu durazno yo mismo. ¿Me permites?
– Sí. Muchas gracias – dijo el discípulo.
– ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano un cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?…
– Me encantaría… Pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro…
– No es un abuso si yo te lo ofrezco. Solo deseo complacerte…
– Permíteme que te lo mastique antes de dártelo…
– No maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso! Se quejó, sorprendido el discípulo.
El maestro hizo una pausa y dijo:
– Si yo les explicara el sentido de cada cuento… sería como darles a comer una fruta masticada

ATRÉVETE A CRUZAR LA PUERTA

 Por:  Ma. Elena García García

Publicado en DESTELLOS DEL SABER el lunes 2 de enero de 2012

       Ayer, mientras preparaba la cena de fín de año, un visitante alado entró en mi cocina. Al principio pensé que era una mosca y me dispuse a espantarla para que se fuera y no se posara en los alimentos, pero casi inmediatamente reconocí el sonido de las alas y la ví –era una abeja. Pensé que la había atraído el olor del chocolate, uno de los ingredientes del mole que estaba preparando para la cena, así que le acerqué el empaque que contenía bastantes residuos del exquisito y aromático dulce para que pudiera llevar un poco a su panal.
       Pero la abeja ni siquiera se acercó, tal vez en ese momento se dió cuenta que estaba en un lugar extraño para ella y buscó una vía de escape; entonces voló hacia la pequeña ventana que está cerca del techo e intentó salir hacia el amplio patio, lleno de luz solar que estaba frente a ella.
       Por costumbre, esa ventana siempre está cerrada pero ella no lo sabía, se desplazaba sobre el vidrio hacia arriba y hacia abajo y en poco tiempo, al no haber espacio para seguir el vuelo, su peso la vencía y caía sobre la marquesina de la ventana. Eso lo hizo varias veces, en cuanto caía en la marquesina levantaba otra vez el vuelo y casi de inmediato volvía a caer, y otro vuelo, y otra caída; pero eso a ella no le importaba, al contrario, se aferraba con gran pasión en conseguir su objetivo porque ese le parecía el camino correcto y valía la pena luchar por él, y a pesar de que cada intento era un claro y doloroso fracaso, ella seguía gastando su energía, sumergida en la ilusión de conseguir su deseo.
       Mientras tanto yo, con una mano movía el mole para que no se quemara, pero mis ojos y mis pensamientos estaban puestos en ese pequeño y laborioso animalito. Admiraba sus repetidos esfuerzos y tenacidad por lograr su objetivo pero a la vez pensaba “qué bueno sería si en una de esas caídas se detuviera y volteara a su alrededor para ver otras alternativas, entonces se daría cuenta que hay tres puertas abiertas por las cuales puede pasar sin ninguna dificultad y que cada una es la entrada a espacios donde puede vivir nuevas y emocionantes aventuras”.
        Pensé que así somos la mayoría de los humanos. Nos aferramos a la ilusión de conseguir un objetivo porque nos parece que eso nos permitiría sentirnos más felices, completos y libres. De tal manera que nos apasionamos por continuar con nuestra pareja, aunque ya no haya puntos en común y en lugar de amor reine el sufrimiento y la frustración. O tal vez estés aferrado a estudiar una carrera y no haz logrado entrar en esa universidad de tu elección porque no pasaste los exámenes o porque no puedes pagar las altas colegiaturas. Quizás llevas mucho tiempo buscando un mejor trabajo pero no has encontrado el que se ajuste a tus expectativas.  O te sientes desorientada porque no estás con la gente adecuada en el lugar indicado.
       Si es así, detente, tómate el tiempo necesario para visualizar otras alternativas y replantear tus estrategias. Todo lo que buscas está ahí, sólo atrévete a cruzar la puerta. Escucha tu voz interior, ella siempre sabe lo que es bueno para ti. Permítele ser tu guía, así te sentirás acompañada aunque estés sola, te sentirás optimista a pesar de tus tropiezos y serás capaz de ver los regalos que el Creador te ofrece a cada momento para que seas feliz.
        Puedo terminar aquí este escrito, pero siento que debo contarte como termina la historia de la abeja porque nos deja un buen mensaje para reflexionar. Resulta que en uno de sus intentos, la abeja se desplazó al cristal que estaba a su izquierda, seguramente le pareció una alternativa diferente y aunque obtenía el mismo resultado indeseable ella no se detenía ni un instante, subía y caía repetidamente. En su último intento se acercó demasiado a la esquina de la ventana y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos y sin que ella ni yo lo esperáramos ni deseáramos, saltó una araña y con gran habilidad empezó a atarla con sus resistentes hilos; la abeja luchaba desesperadamente por liberarse pero le fue imposible romper las ataduras que cada vez la dejaban más inmóvil. Mi primer impulso fue ayudarla a liberarse pero luego pensé que no sería justo para la araña, después de todo la atrapó porque es parte de su cadena alimenticia y ella también tenía el derecho de disfrutar una exquisita cena de fín de año

Que necesitan nuestros Jovenes…

Por: Psic. Francisco A. Olvera Minjares

La educación que recibimos de nuestros padres, y los medios de comunicación, nos hicieron creer que nuestros hijos se podían  «traumar» si les hablamos fuerte, si los castigamos, o les marcamos límites muy claros. Nos hicieron temerle al conflicto con los hijos, evitamos temas complicados, evitamos sancionar, nuestras consecuencias frente a las reglas deja mucho que desear.

            Se nos olvido ser autoridad. Se nos olvidó, que como padres, nuestra función primordial es educar a nuestros hijos, y me refiero a educar para la vida, no a la educación escolar.

            La generación actual, jóvenes entre 18 y 30 años, no tienen definido que quieren en la vida, o como dijo Bucay, «¿para que viven?» les falta el temple, el sentido de vivir, del que habla Viktor Frankl.

            Pilar Sordo, Psicóloga chilena, propone en su libro «¡Viva la Diferencia!» lo que ella llama » LOS TRES PILARES DE LA EDUCACIÓN»

  • RESPONSABILIDAD
  • LIBERTAD
  • FUERZA DE VOLUNTAD

            Los padres debemos educar a nuestros hijos para que tengan responsabilidad, debemos darles tareas y deberes de vida, no solo académicos, que les permitan poco a poco, sentirse aptos para enfrentar la vida, conozco jóvenes que tienen maestrías y doctorados, pero que no saben salir a buscar trabajo, jóvenes con licenciatura en mercadotecnia,  que creen denigrante trabajar en un puesto de tacos, cuando, es ahí, donde pueden ejercer su profesión,  Jóvenes que creen merecerlo todo por haber estudiado y creen injusto que nadie les de  trabajo, sin haber luchado antes por conseguirlo.

            Estas tareas  de vida, pueden ser: hacer labores en casa, trabajar en vacaciones, hacer labor social, ayudar en el trabajo a los padres, etc.

            La libertad concebida como “hacer lo que tiene sentido para mi proyecto de vida”, y no como “hacer lo que yo quiero”,  sin embargo, para tener esta libertad, es necesario primero ser responsable, un Joven responsable, tendrá la claridad de pensamiento para decidir cuándo ejercer su libertad, es decir, cuando hacer algo para darle sentido y rumbo a su vida.

            Para lograr esto, es necesario permitirle, la toma de decisiones responsables, en donde pueda asumir las consecuencias de sus acciones, sean estas consecuencias logros o fallas.

            Y por último, la educación de la fuerza de voluntad, que será necesaria para ejercer la libertad y la responsabilidad.

            Sin la fuerza de voluntad, no hay acción que continúe, meta que se alcance, sueños que se persigan, la fuerza de voluntad, se adquiere en el día a día, con la “obligación” de hacer aquello que en ocasiones no nos gusta hacer o no tenemos ganas de hacerlo, la fuerza de voluntad, es aprender a encontrar motivos donde no los hay, la fuerza de voluntad, es anteponer mi responsabilidad a mi flojera o desgano.

            Para formar estos tres pilares los padres, debemos ser consistentes y congruentes, ser consistentes, significa, no desautorizarse entre los adultos, mantener firme la decisión de castigos o consecuencias por las acciones de los hijos, mantener la congruencia entre los castigos y las faltas, no cambiar los valores o puntos de vista por conveniencia.

             La educación de la fuerza de voluntad, no se logra  FACILITANDOLES LAS COSAS, sino enseñándoles como enfrentarse a ellas y a darles solución.

             SI QUIERES QUE TU HIJO ANDE EL CAMINO, NO LE HAGAS EL CAMINO, ENSEÑALE COMO HACERLO, Y EL DECIDIRA EL RUMBO.

¿Cómo lograr un orgasmo? Aquí te damos algunos consejos

Para muchos, conseguir un orgasmo es una prueba imposible que genera estrés y ansiedad al momento de tener el coito. Varias parejas están obsesionadas por tener un orgasmo y cuando no logran experimentar dicha sensación empiezan a surgir una infinidad de ideas y sentimientos negativos. Tanto el hombre como la mujer pueden pensar que es malo en la cama, o que no es atractivo, dañando así la confianza de la pareja.

¿Cómo lograr un orgasmo? Aquí te damos algunos consejos.

EL VALOR QUE TIENEN LAS PALABRAS

Podría escribir un libro completo de todas estas maravillosas palabras, que fueron parte de un movimiento social en algún momento:

  • -Podrán morir las personas, pero jamás sus ideas., (Ernesto “Che” Guevara)
  • -El peor enemigo de la revolución es el burgués que muchos revolucionarios llevan adentro- (Mao Tse Tung)
  • -No hay Revolución sin Revolucionarios – Los revolucionarios de todo el mundo somos hermanos – (José de San Martín).
  • En los momentos de crisis sólo la imaginación es más importante que el conocimiento. (Albert Einstein).
  • -Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. (Jesús de Nazaret según Mateo 5:1-12)
  • -Tendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena…(Martin Luther King)
  • No podemos tener una revolución que no involucre y libere a las mujeres. (John Lennon.)
  • -El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan. (Karl Marx)
  • -Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista. (Obispo Helder Camara).

Sin embargo, me pregunto, ¿acaso sirven de algo las palabras, pronunciadas o escritas si nadie las escucha o lee?

Las palabras, están allí, o más bien, están aquí, en este preciso instante, estas palabras que escribo, ¿qué valor tienen?, ¿a quién impactan?, ¿a quién le mueven la conciencia?, ¿a quién le importa?

¿A mí?, que soy quien las plasma en este documento, o ¿a ti?, qué las estás leyendo.

Te has puesto a pensar, ¿realmente, quien le da valor a las palabras?, ¿el que las dice o escribe, o quien las escucha o lee?

En un principio, obviamente, el valor inicial, se lo da quien las dice o escribe, porque esa es la intención, decir o escribir algo para comunicar ideas y emociones, pero es quien las escucha o lee, quien finalmente dará valor a las palabras, las hará suyas, les pondrá una emoción y las compartirá.

Cada vez que leo o escucho algo, SOY YO, quien le dará valor a eso que leí o escuché, SOY YO el lector o escuchante[1] quien se apropia del mensaje, le da un valor y le asigna un sentimiento.

Tengo la libertad de decidir, si lo que escucho o leo, me lastima, me fortalece, me hace feliz o simplemente, ignorarlo.

SOY YO,  cuando leo  o escucho,  el que decide si lo que escribes o dices, vale la pena ser leído o escuchado.

SOY YO, quien se engancha cuando escucha palabras ofensivas o altisonantes, SOY YO quien se lastima por lo que escucha, SOY YO quien se siente feliz, con lo que escucha o lee.

Finalmente lo que escucho o leo, me afectará de alguna manera, solo si YO PERMITO QUE ASI SEA.

SOLO YO, soy responsable de DARLE VALOR A LAS PALABRAS,  al ESCUCHARLAS O LEERLAS.

 


[1] NOTA: Intencionalmente utilicé la palabra Escuchante en lugar de Oyente, porque considero más adecuada al proceso de oír racionalmente