Archivo diario: diciembre 19, 2012

Maltrato infantil dentro de la familia

Por. Lic. en Psic. Martha Patricia Vásquez

RESUMEN 

 “En este trabajo se abordó el tema del maltrato infantil  en el ámbito familiar. Se realizó un análisis de la concepción del niño maltratado con dos diferentes autores  haciendo un recorrido histórico de la problemática hasta llegar a nuestro tiempo. Como conclusiones se comprometió a los profesionales de la salud a buscar estrategias de intervención planteando diferentes premisas que no justifican el maltrato infantil”   

ABSTRACT

«This study broached the subject of child abuse in the family. An analysis of the conception of the abused child with two different authors doing a historical overview of the problem down to our time. As conclusions pledged to health professionals to seek intervention strategies considering different premises that do not justify child abuse «.

  INTRODUCCIÒN

En este ensayo se abordará el tema del maltrato infantil en el ámbito familiar. Se hace un recorrido al trabajo de dos autores que abordan la problemática.

Es necesario hacer un análisis a las concepciones que tenemos con respecto a la violencia o maltrato infantil.

En un primer momento se desarrollara la primera concepción y posteriormente se analizará la otra.

La importancia de buscar una definición es porque se busca justificar dicho acto con la idea de la buena educación,  formación de valores e implementación de reglas en las familias.

Como parte de la idiosincrasia de la cultura mexicana y latina se ha encontrado un tipo de maltrato como formas de educación que utilizan las familias  en las  diferentes generaciones.

Se ha utilizado el maltrato como parte de las técnicas  para generar la buena conducta en los niños, si recordamos las frases que nuestros abuelos y quizás aún padres de esta generación mencionan como parte de la ideología heredara, “¡El que te pega…Te quiere bien!”.

Para definir el maltrato debemos unificar los distintos modelos de trabajo-intervención y los distintos aspectos clínicos, psicosociales y judiciales que condicionan la utilización de diferentes criterios en la conceptualización del maltrato infantil.

La importancia de la familia en el proceso de socialización del niño y el papel de las madres en la educación y del padre como jefe de familia, las diferentes tipologías familiares, tradiciones sociales y leyes, entorno social o urbano, han condicionado el desarrollo social de la infancia, no siendo hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando la familia adquiere las características según nuestra concepción actual de los lazos familiares y del papel de los niños en ella.

En la mitad del siglo XX, La crianza del  niño consistía en formarle y guiarle por el buen camino para adaptarle a la vida en la sociedad. El padre comienza a interesarse por el niño no solo de forma ocasional, e incluso ayuda  a la madre en tareas de crianza.[1]

Actualmente, en muchas familias, cuando alguien quiere intervenir en favor de un niño, se dice: “él es mi hijo y yo hago lo que quiero con él”; es decir, el concepto de «propiedad privada» está internalizado  en nuestra forma de ver y entender las relaciones con nuestros hijos.

Las causas que explican este fenómeno de violencia responden a múltiples factores.

Entre ellos se pueden mencionar:

  • Factores propios del agresor, como son sus características culturales, biológicas o psiquiátricas.
  • Factores propios del agredido, como son las desventajas del niño en términos de  problemas físicos, mentales o el desapego afectivo.
  • Factores ambientales, como la pobreza.
  • Factores culturales, tales como la creencia que el castigo es parte de la crianza de los hijos, en una sociedad centrada en los derechos de los adultos.

Flexibilizarse, sensibilizarse y aceptar que todos somos iguales y que, por lo tanto, cada persona, sea niño, joven, mujer, adulto o anciano, merece la igualdad de espacios para desarrollarse, el respeto a sus derechos más elementales, una libertad plena para pensar diferente y un trato digno y sin violencia.[2]

 CONCLUSIONES:

El abordaje y enfrentamiento de situaciones de Maltrato no sólo demanda formación técnica y profesional de quienes  intervienen en este tipo de conflictivas, sino también una “actitud” y formación ética, compatible con la problemática que se está abordando. En este sentido, el trabajo con niños/as que son víctimas de agresiones,  requiere de un marco o contexto básico, en donde las estrategias específicas de acción se integren y adquieran sentido.

Algunas premisas:

  • No existe ninguna razón que justifique la violencia hacia un niño/a.
  • La violencia no debe tener un lugar dentro de la familia.
  • Nadie merece vivir con miedo, amenazado, lastimado  o insultado dentro de su propia familia.
  • El que abandona,  golpea el alma y el cuerpo es responsable de su propio comportamiento.
  • La conducta violenta se desarrolla en forma progresiva, por lo tanto se deben evitar nuevas crisis.
  • La idea de que quien ejerce  la violencia es “provocado/a”, constituye un mito, que contribuye a mantener y  tolerar la agresión.
  • Cuando la violencia ha comenzado en una familia, es muy difícil que se detenga espontáneamente,  tendiendo a aumentar con el paso del tiempo.

BIBLIOGRAFIA:

  • Casados Flores Juan, José A. Díaz Huertas, Carmen Martínez González, (1997), Niños Maltratados, Editorial Díaz de Santos. S. A., Madrid
  • Iván Zamora Z. (1998), Maltrato Infantil, Coordinador Paicabí, Centro de promoción y apoyo a la infancia. Chile.
  • Arruabarrena, M.I., De Paúl, J. Torres, B. (1990), El Maltrato Infantil: Detección, Notificación, Investigación y Evaluación. Guía Básica de Utilización. Programa de Mejora al Sistema de Atención Social a la Infancia (SASI). Ministerio de Asuntos Sociales, España.


[1] Casados Flores Juan y cols. ( 1997) Niños Maltratados.

[2] Iván Zamora Z.( 1998) Maltrato Infantil.

Convivencia e inteligencia emocional en niños y jóvenes en edad escolar

Por. Yadhira Flores Nevárez

El presente estudio bibliográfico tiene como principal objetivo,  reconocer el grado de convivencia e inteligencia emocional entre escolares, ya que, es un tema de actualidad de gran relevancia social debido, principalmente, a que la escuela es una de las instituciones, junto a la familia, en la que se forman los niños y adolescentes. Para abordar este tema será imprescindible conocer, entre otras cosas, qué grado de inteligencia emocional manejan los niños y jóvenes en la convivencia diaria en el aula entre sus pares. En este trabajo, se estudiará la relación entre variables tales como empatía, autocontrol e impulsividad, que forman parte del constructo denominado inteligencia emocional. Los resultados son alentadores, ya que permiten diseñar programas concretos de intervención en relación con la empatía hacia sus propios pares. Es un compendio de información bibliográfica acerca del surgimiento e importancia de la aplicación de programas focalizados a la identificación y enseñanza de la inteligencia emocional (IE) a nuestros niños y jóvenes, realizado como base de un anteproyecto de tesis para la obtención del grado de posgrado en terapia de pareja y familia.

La inteligencia es un tema por demás discutido y, sin embargo, al intentar definirlo, aún no hay parámetros de concordancia.[1] Si  concebimos a la inteligencia como el salir airoso en un medio complicado, resolviendo los problemas y sabiendo adaptarse a los problemas de la vida, nos podremos dar cuenta de que la mayoría de las veces se requiere algo más que el coeficiente intelectual para avanzar (Gardner, 1995).

Es decir, la inteligencia (proveniente del latín, intellegere, término compuesto de inter “entre” y legene “leer, escoger”, por lo que etimológicamente, inteligencia es “saber escoger” las mejores opciones para resolver una cuestión)[2] y la emoción (del latín emotio, que significa “movimiento o impulso” ; en psicología se define como aquel sentimiento o percepción de los elementos y relaciones de la realidad o la imaginación, que se expresa físicamente mediante alguna función fisiológica como reacciones faciales o pulso cardiaco e incluye, reacciones de conducta como la agresividad, el llanto)[3] son tan antiguas como la ciencia misma y existen múltiples estudios al respecto.

Sin embargo, el término inteligencia emocional, no ha sido estudiado ni discutido como estos conceptos de manera aislada. Este tiene sus antecedentes en el proyecto Spectrum de Howard Gardner, quien es el creador de las inteligencias múltiples, él fue el primero en criticar y reconocer que el repertorio de habilidades del ser humano va más allá de la palabra-número en que se enfocan los estudios tradicionales. Gardner sostiene que deberíamos pasar menor tiempo “evaluando” niños y más tiempo “ayudándolos” a identificar sus gracias y competencias naturales, para así cultivarlos.

Posteriormente, esta propuesta de Gardner es retomada por Goleman en su libro Inteligencia emocional,[4] donde gracias a él se populariza el término y que este llegara a las masas, el cual profundiza en el tema y lo aterriza en el léxico de la población como la capacidad de reconocer los sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Goleman estima que la IE (inteligencia emocional) se puede organizar en torno a 5 capacidades: Conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación y gestionar las relaciones.

La importancia de la IE radica en aprender a administrar las emociones para que éstas trabajen a favor de la persona. La carencia de alfabetización en IE en las instituciones educativas de nuestro medio ha incidido en el comportamiento aislado, deprimido, indisciplinado, impulsivo y agresivo de los estudiantes y también en sus  aprendizajes pedagógicos. El bajo desarrollo de la IE acentúa el aislamiento, la ansiedad, la depresión, los problemas de atención o del pensamiento, la delincuencia y la agresividad.

Es por eso que se debe considerar de vital importancia, la necesidad de conocer la capacidad de adaptación, tolerancia a la frustración, toma de decisiones, autoconocimiento, en fin, todo lo que engloba la inteligencia emocional en sí, para que de esta manera, sea un punto de partida, para la aplicación de programas en instituciones educativas que promuevan  el autocontrol, la empatía y el arte de escuchar, resolver conflictos y colaborar con los demás. Pero se necesita en primera instancia conocer y detectar en qué nivel se encuentran nuestros estudiantes en materia de inteligencia emocional, para que, a partir de este constructo (inteligencia emocional) se llegue a la acción (aplicación de programas enfocados en el fortalecimiento en materia de inteligencia emocional).Si bien el fenómeno de instigación escolar, no es nada nuevo, si lo es el hecho del aumento de casos de depresión, suicidios, vandalismo, etc en el adulto joven (18-34 años). Personas incapacitadas para adaptarse a su entorno de manera eficaz, por la exposición repetitiva desde su infancia de conductas agresivas (físicas y psicológicas) y sin las herramientas emocionales para adaptarse a las mismas.

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

Aristóteles, Ética a Nicomaco.

 Bibliografía

  • Entrevista con Howard Gardner en INTERNET, http://www.zona.mcye.gov.ar/Zonaeducativa/revista 18/reportaje.html.
  • Gardner H (1995).  Inteligencias múltiples. Barcelona: Paidós
  • Goleman D (1995). Inteligencia Emocional.  E.U.A:Vergara.
  • Wikipedia, Definición de emoción, http://es.wikipedia.org/wiki/emoción
  • Wikipedia, Definición de inteligencia, http://es.wikipedia.org/wiki/inteligencia
  • Papalia D,Wendkos S, Duskin R (2001). Psicologia del Desarrollo. Colombia: Mc Graw-Hill.

[1] Papalia D,Wendkos S, Duskin R. Psicologia del Desarrollo. P. 392.

[2] es.wikipedia.org/wiki/inteligencia

[3] es.wikipedia.org/wiki/emoción

[4] Goleman D. Inteligencia Emocional

Diferencias del duelo en los padres por el nacimiento de un hijo con discapacidad

Por. Lic. Psic. Yusahara E. Martínez Cabrera

El padre y la madre, afrontan de manera muy diferente la discapacidad de un hijo, cuando los padres reciben el diagnostico de que su hijo tiene una discapacidad se inicia un proceso de duelo, cuyo proceso se complica, pues supone independizar  su ensoñación de aquel hijo ideal para acercarse a la realidad del hijo con discapacidad. Este es un proceso largo pero necesario, el de “aceptar” al hijo.  Todos los padres reaccionan con una conmoción y tristeza profunda a la noticia de que su hijo tiene características físicas, emocionales o psicológicas diferentes a las del común de los niños, se resisten a afrontar la verdad; evitan mirar la situación real y distorsionan los hechos para que parezcan más aceptables. Paniagua, G. (2001)

Concepto de discapacidad

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2011), la discapacidad “es cualquier restricción o impedimento para la realización de una actividad, ocasionados por una deficiencia dentro del ámbito considerado normal para el ser humano”.

Tipos de discapacidad.

  • Discapacidades intelectuales: involucra un déficit en el rendimiento intelectual
  • Discapacidades auditivas, visuales y del lenguaje: incluye deficiencias visuales, auditivas o de fonación
  • Discapacidades neuro motoras: la capacidad física del sujeto
  • Alteraciones graves de la capacidad de relación y comunicación.

Padres ante el diagnostico de discapacidad de su hijo.

Los padres, después de sufrir el impacto del diagnóstico, asumen la postura de negar las diferencias y la discapacidad de su hijo. (Kasan y Marvin 1984).

Esa actitud se extiende hasta negar el diagnóstico o poner en duda el que le ha sido comunicado por la institución que ha estudiado al niño .La negación del problema genera razonamientos y “maniobras emocionales”, que conducen a los padres a la evasión de la gravedad del defecto, y sus implicaciones en el niño. Suele ocurrir que algunos demuestren un ambiente de normalidad, de ausencia de factores estresantes; mientras que otros esperan que sobrevenga una pronta e idealizada recuperación. (Sorrentino, 1990:16).

Puede suceder que la pareja quiera atribuirse, uno al otro, la responsabilidad o la paternidad del defecto; surge así un sentimiento de culpa, que lastra la unidad necesaria para enfrentar y superar el momento de crisis que atraviesan.  (Ibis, 1990)

La interrupción de la trayectoria laboral de la madre, la reducción de la esfera de las relaciones sociales, la desaparición del tiempo libre, la eliminación de las visitas a los amigos, constituyen frustraciones vitales, que pueden conducir al rechazo por el hijo (reacción involuntariamente inconsciente), que no necesariamente conduce al abandono de este. Soifer (1993)

Pasa a segundo plano la necesidad de mantener y cuidar su aspecto físico y de satisfacer otras necesidades familiares y personales. En ocasiones, se crea una situación cíclica porque la madre puede percatarse, con ayuda externa o sin ella, de su estado y una reacción la llevaría a atender los roles abandonados, lo que la lleva a autoevaluarse como “mala”, por no dedicarle todo el tiempo al hijo discapacitado, por lo que los vuelve a abandonar, ahora con mayor fuerza y mayores sentimientos de culpa. Toda esta situación va en detrimento de la madre, ya que con frecuencia es objeto de la “tiranía” de un hijo que ella misma ha modelado con actitudes sobreprotectoras extremas. (Kasan y Marvin 1984)

La crisis por el diagnostico de un hijo con discapacidad

El equilibrio de la familia queda generalmente descompensado, tanto el funcionamiento interno de la familia como sus relaciones con el mundo exterior, se altera.  En los padres ante el diagnostico de discapacidad de su hijo se dan una serie de sentimientos, que impiden comprender la situación y que muchas veces los paraliza.  Son una serie de reacciones naturales ante los aspectos negativos de la limitación, surgen como una defensa primitiva ante el sufrimiento psicológico, actúan como un anestésico, de efecto inmediato, aunque temporal, que da a la estructura psíquica tiempo para elaborar un sistema de defensa más adecuado. Es característico en este momento que los padres tengan una visión muy limitada de su situación. Están aturdidos y presentan dificultades para responder ante la persona y situaciones de la vida diaria. (Paniagua. 2001)

Esto incide en la manera como entienden las cosas que el equipo de profesionales que atienden a su hijo le dicen acerca de su diagnóstico y pronóstico. La información que en ocasiones se le intenta transmitir, es en palabras de los profesionales, “como sino las entendieran”, se produce un desfase entre el saber y la verdad: comprenden las palabras pero no escuchan la verdad, pues está implica un dolor intenso y en muchos casos es destructivo para la estabilidad emocional. . (Ibis. 2001).  Es igualmente importante hecho de que este proceso se da justo en el momento en que su hijo más los necesita a nivel de la aceptación, protección y apoyo. Como vemos el nacimiento del niño con discapacidad, produce una crisis que tiene varias fases la primera: es la fase de shock, la segunda es la fase de reacción y la última es la fase de la realidad, en la que se produce una adaptación al problema, puesto que los padres tienen que enfrentarse a la crianza del niño o niña con discapacidad.  Por otra parte, diversos autores (Ingalls, 1989; Cunningham y Davis, 1994; Jasso, 2001; Nuñez, 2003) comentan que “el hecho de identificar a un niño con características diferentes invalida la estructura familiar y provoca inseguridad y ansiedad, esto hace más difícil el que los padres sientan apego por el niño o la niña en el sentido de que éste los complete o valide”. Al oír el diagnóstico, algunos padres sienten un fuerte impulso protector. Otros continúan estando inciertos e inseguros sobre sus sentimientos durante meses.

Durante este tiempo, tratan de predecir cómo será el futuro con el niño, qué problemas surgirán y cómo se enfrentarán con ellos en el porvenir.  “Los padres de niños con características diferentes sufren una fuerte conmoción al recibir la noticia de la discapacidad de su hijo, rompe todas las expectativas y los sumerge en una inesperada sensación de desconcierto y preocupación que se va transformando en un sentimiento de impotencia y soledad”. Muntaner (1998).

La reacción por género

En la mayoría de estudios sobre el tema, se valora el impacto que tiene el nacimiento de un hijo discapacitado en el núcleo familiar o en la madre.  “Los padres en muchos casos son los que sufren mayor depresión”. (Kasan y Marvin 1984), debido quizás a la dificultad que tienen para expresar sus afectos, en este sentido, suelen presentar un acercamiento progresivo y gradual, en cambio las madres muestran periodos de euforia y crisis, presentando una mayor tendencia a la aflicción, a sentir sentimientos de culpa y a necesitar exteriorizar sus sentimientos, lo que les ayuda a evitar la depresión.

 Al interior de las aulas o espacios de rehabilitación, el padre brilla por su ausencia. Es común identificar que el mayor peso de la responsabilidad a este nivel es delegado y asumido por las madres, las mujeres. Son ellas, las que asumen  en ocasiones de manera estoica  el compromiso de “sacar adelante a sus hijos”, haciendo frente a cualquier adversidad, asumiendo cualquier costo, hasta el descuido y la renuncia hacia sí misma. Es común identificar a muchas madres que “dan la vida por sus hijos”, y esto en el sentido estricto de la palabra es permutar su vida por la de su hijo. (Kazán y Marvin 1984)

MADRE/PADRE (Cuidadora primaria) (cuidador secundario).

Las madres con hijos con discapacidad, la expresión o sentimiento de duelo se manifiestan ante la realidad de tener un hijo con deficiencia, hecho que repercute dolorosamente en ellas, ya que estas pierden la ilusión y la idea del hijo perfecto, sano y “normal”. En el duelo del padre aparecen con mayor intensidad sentimientos de rechazo, vergüenza, tristeza, etc. Todo lo cual a su vez disminuye la motivación y participación activa del padre en la aceptación y rehabilitación del niño. No exteriorizan sus sentimientos y no lloran, e incluso evitan cualquier mención o referencia de su “pérdida” y muchas veces se incorporan rápidamente a su vida corriente, siendo esta una forma aparentemente “normal” de afrontar la pérdida. Soifer (1993)

La interrupción de la trayectoria laboral de la madre, la reducción de la esfera de las relaciones sociales, la desaparición del tiempo libre, la eliminación de las visitas a los amigos, constituyen frustraciones vitales, que pueden conducir al rechazo por el hijo (reacción involuntariamente inconsciente), que no necesariamente conduce al abandono de este.  Se dedica por entero a cumplir su rol de “madre del hijo discapacitado” y olvida que tienen otros hijos (en los casos en que exista), un esposo que también sufre, etc. Evita sus obligaciones como padre de manera inconsciente muchas veces deja sola a su cónyuge. Cree que es ella quien tiene la obligación de velar por el bienestar del hijo que procreado.(Paniagua. 2001)

Se crea una situación cíclica porque la madre puede percatarse, con ayuda externa o sin ella, de su estado y una reacción la llevaría a atender los roles abandonados, lo que la lleva a autoevaluarse como “mala”, por no dedicarle todo el tiempo al hijo discapacitado, por lo que los vuelve a abandonar, ahora con mayor fuerza y mayores sentimientos de culpa.. (Giberti, E. 1999) 

Conclusión

De acuerdo a lo ya analizado, la figura paterna y materna afrontan de manera muy diferente la discapacidad de un hijo así con esto se muestra la negación del padre la cual prevalece por más tiempo y se acorta sensiblemente para la madre. El padre pasa por la negación la cual le ayuda a  conserva la esperanza de que pueda existir algún error en el diagnóstico con esto evita  mirar la situación real y distorsionan los hechos para que parezcan más aceptables, se comportan fríos calculadores y prácticos hacia la situación, dejando la mayor parte del tiempo a la madre sola con una ayuda no involutiva. Así entonces la figura materna se erige o edifica dentro de la familia que tiene un hijo con discapacidad como la figura predominantemente de mayor valor por afrontar con mayor entereza, asertividad, protección y amor a un hijo de tales características.

 Bibliografía

  • Discapacidad OMS 2011 http://www.who.int/topics/disabilities/es/
  • GIBERTI, E. 1999. “Escuela para Padres. Fascículo Nº 20. Página 12”. Bs. As. Argentina
  • Ingalls, R P (1989) retraso mental. La nueva perspectiva. México: el manual moderno
  • Jasso, G.L. (2001) El niño Down: mitos y realidades. México: El Manual Moderno.
  • Kazán, A. y Marvin, R (1984). Differences, difficulties and adaptation: stress and social networks in families with handicapped child. Family Relations, 33, 67-77.
  • Muntaner, JJ (1998) La sociedad ante el deficiente mental. Normalización, Integración Educación, Inserción Social y Laboral. Madrid: Narcea.
  • Mcgillicudy-Delsi, Vay Siegal, IE (1986), Efecct oy the atypical child on the family. In LA Bond y JM Joffe (Eds). Facilating Infant and Early Childhood Development. Press of New England, Hanover y London
  • Núñez, B. “El niño sordo y su familia”. Aportes desde la psicología clínica. Ed. Troquel Educación. 1991
  • Paniagua, G. 2001. “Desarrollo psicológico y educación”. Madrid. España.
  • Soifer, R. 1971. “Psicología del embarazo, parto y puerperio” Ediciones. Kargieman. 1973. 2° edición. Bs. As. Argentina
  • SorrentinO, A. M. (1990). Handicap y rehabilitación., Barcelona, Paidós

Maltrato infantil dentro de la familia

Por: Tomás Armando Llamas Uguez

La problemática del maltrato infantil ha sido objeto de atención para los profesionales de manera reciente desde que Kempe describiera en 1962 lo que llamó “síndrome del niño apaleado”, consistente en la descripción de las consecuencias del maltrato físico desde un punto de vista pediátrico, con el fin de buscar una solución al problema. Con este trabajo se “descubrieron los malos tratos infantiles”. Aunque si miramos más allá en el siglo XIX, concretamente en el año 1866, se conoció el caso de la niña Mary Ellen Wilson en Nueva York, quien a los nueve años de edad sufría continuos maltratos y abusos, donde era golpeada, herida con objetos punzantes, atada, además de sufrir desnutrición (Verhellen, 1994).

Lamentablemente, vivimos en un mundo donde la violencia ha existido y predominado desde tiempos remotos. A su vez, el maltrato infantil es algo que se viene dando desde hace mucho tiempo atrás (recordemos el caso de Mary), pero con el único detalle, que ha ido incrementado en su porcentaje.

Desafortunadamente no existe una definición única de maltrato infantil, ni una delimitación clara y precisa de sus expresiones. A pesar de esta dificultad para elaborar el concepto, su concepción depende de factores culturales, étnicos, religiosos, sociales, educativos, etc. Incluso encontramos que se acepta el castigo físico dentro de unos límites digamos “aceptables” como la edad del niño o niña y por supuesto, en ocasiones puntuales (Baumrind, 1994).

 Sin embargo, lo más aceptado como definición de maltrato es “cualquier daño físico o psicológico no accidental a un menor, ocasionado por sus padres o cuidadores, que ocurre como resultado de acciones físicas, sexuales o emocionales o de negligencia, omisión o comisión, que amenazan al desarrollo normal tanto físico como psicológico del infante” (Musitu y García 1994).

En los primeros momentos del desarrollo evolutivo se observan repercusiones negativas en las capacidades relacionales de apego y en la autoestima de las y losEl abuso de los padres a los hijos infantes. Así como pesadillas y problemas del sueño, cambios de hábitos de comida, pérdidas del control de esfínteres, deficiencias psicomotoras, trastornos psicosomáticos, etc. En infantes escolares y adolescentes encontramos: fugas del hogar, conductas autolesivas, hiperactividad o aislamiento, bajo rendimiento académico, deficiencias intelectuales, fracaso escolar, trastorno disociativo de identidad, delincuencia juvenil, consumo de drogas y alcohol, miedo generalizado, depresión, rechazo al propio cuerpo, culpa y vergüenza, agresividad, problemas de relación interpersonal, entre otras causas no menos importantes (Hernández, 2010).

Diversos estudios señalan que el maltrato, casi siempre, continúa de una generación a la siguiente. Así mismo, las estadísticas mundiales revelan que más del 60% de los niños que sufren maltrato pertenecen a la edad escolar y a pesar de ello sólo entre el 5% y el 15% de los casos denunciados provienen de maestros, profesores o docentes del sistema educativo en general (OPS, 2002). Por lo tanto, la preocupación por el maltrato infantil, transciende la intranquilidad local e interna y se ha convertido en los últimos años en una inquietud de nivel internacional.

A su vez, la ONU ha ubicado a México entre las naciones más violentas del mundo. Además de todo lo que esto implica en lo económico, político y social, su impacto más negativo lo tiene, sin duda alguna entre los niños y las niñas púberes y adolescentes que viven a diario distintas situaciones de violencia como pueden ser por la pobreza, la migración, el rechazo y por la ignorancia que tiene algunas personas adultas (OMS, 2010). Cuando la gente es muy pobre, tienden a maltratar a sus hijos, y esto se debe porque en algunos casos estas personas no recibieron educación alguna o una orientación de como formar a sus hijos lo que les hace creer que lo que hacen esta bien.

Datos ofrecidos estiman que en América Latina no menos de 6 millones de niños, niñas y adolescentes son objeto de agresiones severas y un promedio de 80 mil infantes mueren cada año por la violencia que se presenta al interior de la familia (UNICEF, 2006). Entonces, resulta fundamental concientizar a todas aquellas personas responsables del cuidado y la atención de los menores sobre los derechos de la niñez, y capacitar y brindar asesoría, principalmente a los padres, con el fin de lograr una actitud de respeto hacia la niñez.

Sin embargo, es también conocido que la capacidad de algunos individuos a sobreponerse con mayor facilidad al maltrato infantil y sus efectos, radica en su nivel de resiliencia. Entendiéndose éste concepto como “la capacidad que posee un individuo frente a las adversidades, para mantenerse en pie de lucha, con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acciones, que permiten avanzar en contra de la corriente y superarlas” (E. Chávez y E. Yturralde, 2006). Esta resiliencia está dada por la contención afectiva y los límites claros puestos a lo largo de la crianza desde la infancia, por lo que quienes cuentan con escasa resiliencia son más vulnerables a padecer estrés postraumático o disociación.

Tomando en cuenta que el desarrollo y la formación de las y los menores depende básicamente de la educación que reciben en casa, así como de la escolaridad formal y del trato que en general reciben en las diversas instancias donde ellos participan, y donde en su mayoría dependen de personas adultas, resulta fundamental adoptar planes, estrategias de acción y programas que incluyan objetivos y medidas para modificar pautas culturales y discriminatorias que justifican y reproducen estereotipos sociales los cuales a su vez, son origen y consecuencia de formas específicas de violencia contra niños, niñas y adolescentes (INMUJERES, 2007).

La prevención del maltrato infantil requiere un enfoque multisectorial. Los programas eficaces son los que prestan apoyo a los padres y les aportan conocimientos y técnicas positivas para criar a sus hijos, que a su vez, son eficaces para reforzar los factores de protección frente al abuso sexual en la infancia. Y cuanto antes se producen estas intervenciones en la vida del infante, mayores son los beneficios que le pueden aportar a él y a la sociedad.

El maltrato infantil es un drama que día a día viven las y los infantes, motivo que no les permite crecer de manera sana y equilibrada como deben hacerlo; contrariamente crecen llenos de temores, cuando en su niñez lo que es primordial es su salud mental y emocional. Todas las personas que maltratan deben razonar y buscar una mejor manera de educar a sus hijos, y si no se sienten capaces de poder hacerlo deberían buscar orientación profesional, porque de este modo se podrá prevenir y erradicar el maltrato infantil (De la Cruz, 2010).

Como ya se menciono, el maltrato infantil es un problema mundial con graves consecuencias que pueden durar toda la vida. Sin embargo, no hay estimaciones fiables de la prevalencia mundial del maltrato infantil, pues no hay datos acerca de la situación existente en muchos países, especialmente los de ingresos bajos y medianos.

Cualquiera de las expresiones de maltrato en contra de los menores, trastorna su desarrollo integral y afecta de manera significativa su rendimiento y funcionamiento en todas las actividades que desempeñan, situaciones que comúnmente prevalecen en la edad adulta y los expone a un mayor riesgo de enfrentar desórdenes psiquiátricos, suicidios o consumo de drogas, entre otros factores que actúan en detrimento de su salud física y mental. Al respecto, se ha insistido en que las actitudes violentas manifestadas en la edad adulta se originan en el seno familiar, por lo general durante los primeros años de vida.

Por lo tanto, los efectos del maltrato sobre el infante dependen de muchos factores: la edad al inicio u ocurrencia de la(s) experiencia(s) violenta(s), el sexo de la víctima, su relación con el(la) agresor(a), la cronicidad de la violencia, etc.

Es importante entender que nadie, independientemente de la edad, merece vivir con miedo, amenazado, lastimado o insultado dentro de su propia familia o grupo social. Asimismo, no existe ninguna razón que justifique el maltrato hacia un niño o niña.

Bibliografía:

FAMILIAS Y NIÑOS CON PÉRDIDA AUDITIVA

Por. Kenya Denisse León Lieras

Los padres cuando ven y cargan en brazos por primera vez a su hijo, se llenan de emoción y esperanza, pero, ¿qué pasa con esos padres cuando les confirman un la pérdida de audición en su hijo? Todo tipo de preguntas pasa por la mente de esos padres: ¿En verdad tiene mi hijo una pérdida de audición? ¿Desaparecerá, mejorará? ¿Por qué mi hijo no oye? ¿Soy culpable? ¿Cómo podremos costear su tratamiento? ¿Cómo afectará su pérdida de audición en su vida? ¿Cómo podré comunicarme con mi hijo? En el momento que la familia recibe la noticia del miembro con pérdida de audición, pasan por un proceso de duelo por el cual deben lidiar cada uno de los integrantes de la familia; es un recorrido individual y todo el mundo responde de manera diferente y por intervalos diferentes. Dentro de las reacciones de la familia al diagnóstico, se dan las siguientes (LUTERMAN & ROSS, 1985):

  1. Choque emocional;
  2. Reconocimiento (aflicción activa);
  3. Negación (retirada defensiva);
  4. Admisión o negación;
  5. Acción constructiva o adaptación

El niño con pérdida auditiva, altera el equilibrio familiar por el resto del ciclo vital familiar. El niño sordo plantea muchos problemas a la estructura familiar veamos:

La vida conyugal de los padres:

La madre es quien asume el manejo del niño y se siente constantemente angustiada por la agobiante responsabilidad de la toma de decisiones en todo lo relacionado al niño sordo, sin el apoyo de un esposo bien informado o comprometido, quien, automáticamente asume un papel pasivo-evasivo en el manejo del niño, siendo sumamente difícil para el, delegar la toma de decisiones en su esposa, sintiéndose menos competente que ella.

Los padres como personas:

Se comete el error de que los profesionales de la salud (y hasta de los mismos padres) no reconocer las necesidades individuales de los padres para su desarrollo personal. Los padres tienden a volverse unidimensionales, es decir, solo piensan y viven en términos del déficit del niño, lo cual puede provocar una enorme cantidad de resentimiento y culpa por sentir enojo hacia su hijo y su sordera.

El niño con pérdida auditiva:

El niño sordo puede sentir que nunca satisface realmente a su madre o/y padre, y quizá nunca se sienta digno de recibir el tiempo y las cosas materiales que se le están dando; ocasionándole problemas emocionales en la adolescencia y su adultez, debido a los sentimientos de culpa que carga y una reducida autoestima.

Relación entre los padres y el niño sordo:

La sordera puede llevar a que se de un bloqueo de la comunicación con el hijo, haciendo que las relaciones entre éstos, se vivan tensas y metódicas; esto, debido a la ansiedad de los padres por tener que explicarles y enseñarles los objetos y la vida por medio de un sistema de lenguaje en proceso de aprendizaje[1] para ellos.

Relación entre los padres y los abuelos

Sucede que a los abuelos, les resulta más difícil manejar el dolor de tener un nieto discapacitado en audición y a la vez, saber que su propio hijo está sufriendo. Si la madre y el padre buscan el apoyo de sus propios padres, frecuentemente no lo obtienen, puesto que son ellos mismos los que tienen que actuar como padres de sus propios padres, proporcionándoles la información y el apoyo emocional. Los padres jóvenes con frecuencia resienten profundamente esta inversión de papeles por lo mucho que necesitarían ser consolados por sus padres, sin lograrlo.

El hermano:

Con mucha frecuencia, el hermano obtiene proporcionalmente menos tiempo y energía de sus padres, por lo que no es raro que busque formas  de llamar la atención de sus padres. El hermano es agobiado por tener que asumir responsabilidades para el cuidado de su hermano (por ejemplo, actuar de niñera mientras los padres van al médico). Así mismo, el hermano puede percibir y responder a la preocupación de los padres y no quiere ser visto con, o cuidar al niño sordo en público [2] porque pueden llegar a ser identificados como «el hermano del niño sordo», lo cual les puede resultar bastante doloroso.

Recomendaciones.

Es importante ser receptivo con respecto a la pérdida de audición. Promueva la educación sobre la pérdida auditiva en su familia y en su comunidad, esto conducirá a la aceptación. En la pareja el dialogo abierto es lo mejor, están caminando juntos en este reto, donde es necesario una reestructuración conyugal y familiar, no deje de lado a su pareja por ocuparse de su hijo. A los abuelos ayúdeles a entender que la mejor forma de ayudar es manteniéndose conectados con el niño; asegúrese de mantener claras las expectativas papas-abuelos, de esta manera ellos no sentirán que lo están defraudando y que están fallando en cumplir sus expectativas. Debe asegurarse de escuchar a cada uno de sus hijos y de buscar apoyo si siente que es necesario; permita que vaya(n) y participe(n) con el audiólogo, la sala de terapia, etc.[3] Todos los niños necesitan tres tipos de recursos internos para lograr convertirse en personas autosuficientes:

  1. sentirse bien de sí mismos y de otros,
  2. comprensión del bien y el mal y
  3. una fuente de alternativas para resolver problemas

Estrategias para mejorar la relación padre-hijo y para criar niños que serán adultos autosuficientes y responsables:

  1. Manifieste expresiones de amor.
  2. Sea predecible: Las rutinas y los horarios proporcionan estabilidad y seguridad en el niño.
  3. Comuníquese claramente: Asegúrese de que sus palabras, el tono de la voz y las expresiones faciales coincidan, respetando su necesidad de atención dividida[4].
  4. Observe y comprenda los comportamientos problemáticos en su hijo: ¿Está él/ella teniendo problemas para expresarse o está proyectando su energía negativa en una forma física?
  5. Reconozca a su hijo cuando se porte «Bien».
  6. Adecue su entorno para que el niño pueda explorar, defina al niño las reglas y los límites
  7. Establezca límites razonables.
  8. Prevenga los berrinches. Anticipe este tipo de situaciones y ayude a sus hijos a evitar una crisis señalando alternativas para solucionar el problema.
  9. Enseñe buenas técnicas para resolver problemas: Defina claramente los comportamientos que son inaceptables y el por qué son inaceptables; luego preséntele (niños pequeños) o pregúntele (niños mayores) sugerencias positivas de que debe hacer la próxima vez.
  10. Busque ayuda profesional cuando sea necesario. Si los problemas de conducta persisten, la ayuda profesional es un excelente recurso que puede proporcionar apoyo y un plan de acción constructivo.
  11. Sea paciente con su hijo y consigo mismo. Recuerde que su niño está en un proceso de aprendizaje llamado “infancia”, su consistencia, paciencia y amor va a proporcionarle a su hijo el apoyo necesario para convertirse en un adulto maduro e independiente.

REFERENCIA BIBLIOGRAFICA.


[1]Se utilizan: lenguaje de señas mexicano (LSM), lectura de labios y lenguaje oral ya sea mixto o como único lenguaje.

[2]La actitud de sentirse apenado parece ser más evidente en el caso de los hermanos adolescentes.

[3] Esta es una práctica aceptada por muchos profesionales si solicita permiso previo a la cita

[4] El sordo tiene toda su atención en lo visual: se debe señalar el objeto, esperar que mire ese objeto y regrese la vista al rostro del que le habla y dar la instrucción deseada de ese objeto. El sordo no puede recibir instrucciones mientras mira el objeto porque no “escuchara”.